viernes, 8 de septiembre de 2017

Desarrollo del tema

CASTILLA

Plena Edad Media.
Con su hijo Fernando I “el Magno”(1035 – 1065) se produjo por primera vez la unión entre Castilla y León en 1037. Este soberano continuó con la incorporación de nuevos territorios aprovechándose de la debilidad y de la división de los reinos musulmanes en el reino Taifas” (1031-1085), de esta forma aumentaron las exigencias de pagos de tributos llamados Parias.
A su muerte deja Castilla a Sancho, Galicia a Urraca y León a Alfonso.
Con éste último, Alfonso VI (1072-1109) se reunifica y se lleva a cabo la repoblación del valle del Tajo entre 1072 y 1109, y la conquista de Toledo (1085) antigua capital visigoda. Pero el proceso se frenó al año siguiente a consecuencia de la derrota en Sagrajas (1086) ante los Almorávides (1086-1147).
 
En este momento cobró un especial protagonismo la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador (1043 – 1099) típico caballero medieval de carácter mercenario, acompañado con sus huestes que cobrará fama por su toma de Valencia (1092).
 
Alfonso VI, intentará fallidamente casar a su hija Urraca con Alfonso I “el Batallador” de Aragón para unir ambas coronas.
Tras morir sin descendencia, le sucederá su sobrino Alfonso Raimúndez (hijo de su hermana Urraca y Raimundo de Borgoña) como Alfonso VII “el Emperador”, iniciándose así LA CASA DE BORGOÑA.
La formación de los “segundos reinos de Taifas” (1147-1195) vuelve a favorecer el proceso de la Reconquista, de esta forma tiene lugar la toma de Almeria en 1147.
De esa forma, aparecieron importantes problemas internos, como la separación entre sus hijos, Castilla (Sancho III) y León (Fernando II), frenando la expansión que no se reanudará hasta el siglo XIII.
La Reconquista durante la primera mitad del siglo XIII se inicia con la invasión de Andalucía por el hijo se Sancho III “el Deseado”, Alfonso VIII “el Noble”(1158 – 1214), que pese a ser derrotado en Alarcos (1195) por los Almohades (1195-1212), vence en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), junto a Alfonso IX de León, Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra y Alfonso II de Portugal.
Esta batalla, siguiendo el espíritu de cruzada del papa Inocencio III, será el punto de partida del gran avance cristiano que termina con la conquista de Murcia y del valle del Guadalquivir con sus importantes centros urbanos.
Este hecho viene propiciado por la formación de los “terceros reinos de Taifas” (1212-1232), lo que favorece esta Reconquista ante la debilidad musulmana.
Berenguela, hija de Enrique I, sucesor de Alfonso VIII, casará con Alfonso IX de León (hijo de Fernando II) del que nacerá Fernando III “el Santo” (1217 - 1252) que consiguirá la unión definitiva entre Castilla y León en 1230, el mismo año de la toma de Badajoz (antes, en el 1227 conquistó Cáceres). Posteriormente, conquista el valle del Guadalquivir, tomando Córdoba en 1236 (gran triunfo moral por ser la capital andalusí), Jaén en 1244 y Sevilla en 1248.
Esto supone el final de Al- Andalus, a la vez que favorece el surgimiento del reino Nazarí de Granada (1232-1492).
La repoblación al sur de Sierra Morena con Alfonso X “el Sabio” (1252 – 1284) (hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia) que conquistará Niebla (1262) y Cádiz (1265), además de Jerez o el Puerto de Santa María.
Casa con Violante de Aragón (hija de Jaime I “el Conquistador” y Violante de Hungría), y tras la muerte de su primogénito Fernando “de la Cerda”, le sucederá no sin la oposición de los hijos de éste “los infantes de la Cerda” (Alfonso y Fernando), su segundo hijo, Sancho IV “el Bravo”(1284-1295) que subirá al poder y conquistará toda la zona onubense con ayuda del noble Guzmán “el Bueno” hasta llegar a tomar Tarifa en 1292, enfrentándose a los mariníes o benimerines del N. de África.
Baja Edad Media.
Tras la regencia de María de Molina, ante la minoría de Fernando IV “el Emplazado” (1295-1312), llegaría el hijo de éste, Alfonso XI “el Justiciero” (1312-50).
Hijo de Fernando IV de Castilla y de Constanza de Portugal y nieto de María de Molina, subió Alfonso al trono de Castilla y de León cuando tenía un año de edad.
La mayoría de edad la alcanzó con 15 años, en 1325.
Nada más asumir el poder regio comenzó un trabajo laborioso en pro del fortalecimiento del poder real dividiendo a sus enemigos. Mostró así, desde la tierna infancia sus magníficas dotes de gobernante, no dudando en ejecutar a posibles opositores como a Juan de Haro «el Tuerto» en1326.
Durante su reinado consiguió llevar los límites cristianos hasta el Estrecho de Gibraltar tras la importante victoria en la batalla del Salado contra los Benimerines, en 1340 y la conquista de Algeciras en 1344. Una vez resuelto dicho conflicto puso todos sus esfuerzos de Reconquista luchando contra el rey nazarí de Granada.
En 1331, Alfonso de la Cerda rindió un homenaje a Alfonso para dejar zanjadas sus pretensiones al trono castellano y leonés.
A partir de ese momento se iniciaron una serie de disputas sucesorias, como sucedió durante el reinado de Pedro I “el Cruel” (1350 – 1369), que finalizaron con la entronización de la dinastía de los Trastámara con Enrique II de Trastámara (1369-79) o “de las Mercedes”, hermano bastardo del monarca que lo asesina en Montiel y acaba venciendo en una guerra civil castellana (la Baja Nobleza y los judíos como Samuel Halevi luchan a favor de Pedro I; y la Alta Nobleza y Aragón a favor de Enrique de lo que vendrán sus posteriores privilegios o “mercedes enriqueñas”), en la que también habrá participación de el “príncipe negro” británico a favor de Pedro y las Compañias Blancas de Duguesclin con Enrique, enfrentados estos en la Guerra de los Cien Años (1339-1453). Del mismo modo, coincidirá a su vez, con la “Guerra de los dos Pedros” (1356-1369) en la que Enrique vence en la batalla de Almazán a Pedro IV “el ceremonioso” y consolidando así su poder en la península.
Con su sucesor, Juan I (1379-90) , con el que tuvo lugar la derrota frente a Juan I de Avis de Portugal en la batalla de Aljubarrota (1385), también sufrió rebeliones interiores por lo que creó “Hermandades” para garantizar el orden público y centralizar el poder.
Enrique III “el Doliente” (1390-1406) continuará como su padre Juan, los progromos o persecciones a los judíos por su ayuda a Pedro I, lo que unido a nuevas rebeliones, provocó el frenazo del proceso expansivo hacia el Sur.
Con Juan II (1406-54) comienza de nuevo una guerra civil entre éste, y los hijos de su tío, Fernando de Antequera (que ocupó esa plaza en 1410 y que fue regente durante su minoría de edad) denominados “los infantes de Aragón” que serán derrotados junto a la alta nobleza en Olmedo (1445) por el privado del monarca Don Álvaro de Luna.
Enrique IV “el Impotente”(1454-1474), siguió mostrándose débil ante los importantes linajes nobiliarios confiando en hombres como Juan Pacheco o Beltrán de la Cueva para controlarlos pero, aún así, conquistó Gibraltar y Archidona en 1462.
Enrique IV será destronado simbólicamente en la Farsa de Ávila (1465) por la alta nobleza, que se opone a la política de su favorito Don Beltrán de la Cueva. Este hecho conduce a la guerra civil (1474 – 1479) entre su hija Juana “La Beltraneja”, ayudada por Alfonso V “el Africano” de Portugal y su hermanastra Isabel, aliada con Fernando de Aragón, que había sido nombrada sucesora por la baja nobleza de Enrique en el tratado de los Toros de Guisando, en 1468. En 1475 tiene lugar la Concordia de Segovia entre Isabel y Fernando, en la que ambos acuerdan el famoso lema “Tanto monta, monta tanto...”.
La guerra civil finaliza con las victorias de Isabel en las batallas de Toro (1476) y la Albuera, y concluye con el Tratado de Alcaçovas – Toledo (1479) y la unión dinástica con la corona de Aragón (1479), conservando ambos reinos sus propia corona, fronteras, costumbres, leyes, sistema fiscal y moneda, cortes e instituciones municipales de gobierno y política exterior.
CARACTERÍSTICAS SOCIO-ECONÓMICAS DE CASTILLA
La recuperación económica castellana del siglo XIV se sustentó en la riqueza de la ganadería lanar, de la oveja merina (fundamento de la posterior hegemonía de Castilla), propiedad de la nobleza y de las órdenes militares y en los privilegios del Honrado Concejo de la Mesta (1237) que mantenía el sistema trashumante sobre las cañadas leonesa y segoviana. Esto fomenta el desarrollo de las ferias comerciales como la de Medina del Campo (Valladolid) en relación al Eje Sevilla-Burgos-Castro Urdiales (Santander) y el crecimiento de la industria textil de paños para la exportación junto al hierro, vino o aceite al Atlánico, desde otros puertos como Laredo, Bermeo o Bilbao con destino a La Rochela, Nantes, Brujas o Hamburgo.
Esto, a su vez conduce a un estancamiento agrícola (“trilogía mediterránea del tigo. vid y olivo”). Aún así, durante el siglo XV, la economía castellana no sólo se basa en la exportación de lana, sino también en los tributos de oro (parias) que recibe del reino nazarí de Granada, lo que finalmente conduce a un mundo rural y señorial con el auge progresivo de la aristocracia (nobleza y clero), en contraste con el escaso desarrollo de la artesanía, sólo la textil segoviana y a nivel general destinada al mercado local, el comercio (fundación de la Hermandad de la Marina de Castilla del s.XIII para defenderse de la competencia británica y francesa) y, en definitiva, de la burguesía.

Los principales acontecimientos sociales que experimentó Castilla en esta etapa fueron: el aumento demográfico desde mediados del siglo XIV tras la Peste Negra de 1348, pasándose de 3.000.000 habitantes en 1300 a 4.200.000 en 1500. La protección del rey Pedro I a los burgueses, en cuyo progreso basa la reorganización del sistema recaudatorio. Pero el proyecto de ordenamiento de las clases privilegiadas y su intento de reforzar el poder y la autoridad de la monarquía, le enfrenta definitivamente a la nobleza, lo que acaba por conducir a la guerra. La nobleza castellana recupera sus privilegios a manos de su hermanastro Enrique II de Trastámara, apodado por ello “el de las mercedes”, es el momento de apogeo de la alta nobleza. Por ello, el período de mayor paz y tranquilidad en Castilla, tiene lugar durante el reinado de su sucesor, Enrique III entre 1390 – 1406.

Los conflictos urbanos de carácter político en las ciudades se deben a la monopolización de los puestos de mando por parte de los miembros de la alta nobleza, lo que provocó el choque con el pueblo y la burguesía (Burgomaestres o alcaldes), a la que en ocasiones se sumó la pequeña nobleza local.
Los conflictos urbanos de carácter religioso se reflejaron en movimientos populares contra judíos como los progroms de 1391 (el 1º foco fue Sevilla y se propagó al resto de zonas), y en menor medida, ante mudéjares.
El antijudaísmo se basaba, al margen de cuestiones ideológicas y religiosas, en la dedicación de los judíos a actividades financieras (practicando los préstamos o usura), unida a su condición de protegidos por los nobles y por los reyes, lo que provocó un fuerte antisemitismo, agudizado por las crisis económicas.
La estructura social de Castilla era muy compleja y estaba compuesta por aristocracia, pequeños burgueses, campesinado (Behetrías), judíos, mudéjares y moriscos (convertidos al cristianismo).
La estructura social experimentó un fuerte proceso de señorialización, por lo que los movimientos antiseñoriales en el siglo XIV, llevaron en numerosas ocasiones al enfrentamiento entre señores y campesinos en el XV, como ocurrió con la revuelta Irmandiña en Galicia entre 1467 y 1480 y las luchas banderizas en las Vascongadas. A partir del momento en que las consecuencias de las guerras y de las epidemias comenzaron a sentirse con especial intensidad, los señores presionaron con más impuestos a la población rural de la que extraían sus rentas, provocando un aumento de la conflictividad.
Juan II (1406 - 1454) trata de desposeer a la nobleza de su poder político y de esa forma fortalecer la institución monárquica. Ello llevó a graves conflictos entre una y otra, ya que la nobleza no quería disminuir ni su poder político, ni sus dominios señoriales. En este contexto se deben explicar los enfrentamientos entre los infantes de Aragón (hijos de Fernando de Antequera) y Don Álvaro de Luna, así como las batallas de Olmedo entre la realeza y los nobles con Juan II (1445).
Permanecerá el conflicto con la nobleza, revisten la apariencia de luchas sucesorias. De este modo, en la Farsa de Ávila (1465), el rey Enrique IV (1454 - 1474) es depuesto simbólicamente por la alta nobleza. Por otra parte, los conflictos sucesorios entre la hija de Enrique IV, Juana, (apodada “La Beltraneja” por la supuesta paternidad de Don Beltrán de la Cueva, favorito del rey) y su hermanastra Isabel I, que tras casarse con el príncipe aragonés Fernando en 1469, se proclama reina de Castilla, finalizan con la victoria de esta última en la guerra civil (1475-79).

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