Plena
Edad Media.
Con
su hijo Fernando
I “el Magno”(1035
– 1065)
se produjo por primera
vez la unión entre Castilla y León en 1037. Este soberano continuó
con la incorporación de nuevos territorios aprovechándose de la
debilidad y de la división de los reinos musulmanes en “el
reino Taifas” (1031-1085),
de esta forma aumentaron las exigencias de pagos de tributos llamados
Parias.
A
su muerte deja Castilla a Sancho, Galicia a Urraca y León a Alfonso.
Con
éste último, Alfonso
VI (1072-1109)
se reunifica y
se lleva a cabo la repoblación del valle del Tajo entre 1072 y 1109,
y la conquista
de Toledo (1085)
antigua capital visigoda. Pero
el proceso se frenó al año siguiente a consecuencia de la derrota
en Sagrajas (1086) ante los
Almorávides (1086-1147).
En
este momento cobró un especial protagonismo la figura de Rodrigo
Díaz de Vivar, el Cid Campeador (1043 – 1099) típico caballero
medieval de carácter mercenario, acompañado con sus huestes que
cobrará fama por su toma de Valencia (1092).
Alfonso
VI, intentará fallidamente casar a su hija Urraca con Alfonso I “el
Batallador” de Aragón para unir ambas coronas.
Tras
morir sin descendencia, le sucederá su sobrino Alfonso Raimúndez
(hijo de su hermana Urraca y Raimundo de Borgoña) como Alfonso
VII “el Emperador”, iniciándose así LA CASA DE
BORGOÑA.
La
formación de los “segundos
reinos de Taifas” (1147-1195) vuelve a favorecer el
proceso de la Reconquista, de esta forma tiene lugar la toma de
Almeria en 1147.
De
esa forma, aparecieron importantes problemas
internos, como la separación entre sus hijos, Castilla (Sancho III)
y León (Fernando
II),
frenando la expansión que no se reanudará hasta el siglo XIII.
La
Reconquista durante la primera mitad del siglo XIII
se
inicia con la invasión de Andalucía por el hijo se Sancho
III
“el Deseado”,
Alfonso
VIII “el Noble”(1158
– 1214), que pese a ser derrotado en Alarcos (1195) por los
Almohades (1195-1212),
vence en la batalla
de las Navas de Tolosa (1212),
junto a Alfonso IX de León, Pedro II de Aragón, Sancho VII de
Navarra y Alfonso II de Portugal.
Esta
batalla, siguiendo el espíritu de cruzada del papa Inocencio III,
será el punto de partida del gran avance cristiano que termina con
la conquista de Murcia y del valle del Guadalquivir con sus
importantes centros urbanos.
Este
hecho viene propiciado por la formación de los
“terceros reinos de Taifas”
(1212-1232), lo que favorece esta Reconquista ante la
debilidad musulmana.
Berenguela,
hija de Enrique I,
sucesor de Alfonso VIII, casará con Alfonso IX de León (hijo
de Fernando II) del que nacerá Fernando
III “el Santo” (1217 - 1252) que consiguirá la unión
definitiva entre Castilla y León en 1230, el mismo año de la
toma de Badajoz (antes, en el 1227 conquistó Cáceres).
Posteriormente, conquista el valle del Guadalquivir, tomando Córdoba
en 1236 (gran triunfo moral por ser la capital andalusí), Jaén en
1244 y Sevilla en 1248.
Esto
supone el final de Al- Andalus, a la vez que favorece el surgimiento
del reino Nazarí de Granada (1232-1492).
La
repoblación al sur de Sierra Morena con Alfonso
X “el Sabio” (1252
– 1284)
(hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia) que conquistará Niebla
(1262) y Cádiz (1265), además de Jerez o el Puerto de Santa María.
Casa
con Violante de Aragón (hija de Jaime I “el Conquistador” y
Violante de Hungría), y tras
la muerte de su primogénito Fernando “de la Cerda”,
le sucederá no sin la oposición de los hijos de éste
“los infantes de la Cerda”
(Alfonso y Fernando), su segundo hijo, Sancho
IV “el Bravo”(1284-1295)
que subirá al poder y conquistará toda la zona onubense con ayuda
del noble Guzmán “el Bueno” hasta llegar a tomar Tarifa en 1292,
enfrentándose a los mariníes o benimerines del N. de África.
Baja
Edad Media.
Tras
la regencia de María de Molina, ante la minoría de Fernando
IV “el Emplazado” (1295-1312),
llegaría el hijo de éste, Alfonso
XI “el Justiciero” (1312-50).
Hijo
de Fernando
IV de Castilla
y de Constanza
de Portugal
y nieto de María
de Molina,
subió Alfonso al trono de Castilla
y de León cuando tenía un año de edad.
Nada
más asumir el poder regio comenzó un trabajo laborioso en pro
del fortalecimiento del poder real dividiendo a sus enemigos.
Mostró así, desde la tierna infancia sus magníficas dotes de
gobernante, no dudando en ejecutar a posibles opositores como
a Juan
de Haro «el Tuerto»
en1326.
Durante
su reinado consiguió llevar los límites cristianos hasta el
Estrecho
de Gibraltar
tras la importante victoria en la batalla
del Salado
contra los Benimerines,
en 1340 y la conquista
de Algeciras
en 1344. Una vez resuelto dicho conflicto puso todos sus esfuerzos
de Reconquista
luchando contra el rey nazarí de Granada.
En
1331, Alfonso
de la Cerda
rindió un
homenaje a Alfonso para dejar zanjadas sus pretensiones al
trono castellano y leonés.
A
partir de ese momento se iniciaron una serie de disputas sucesorias,
como sucedió durante el reinado de
Pedro I “el Cruel” (1350 – 1369), que
finalizaron con la entronización de la dinastía de los
Trastámara con Enrique II de Trastámara (1369-79) o
“de las Mercedes”, hermano bastardo del monarca que lo asesina en
Montiel y acaba venciendo en una guerra civil castellana
(la Baja Nobleza y los judíos como Samuel Halevi luchan a favor
de Pedro I; y la Alta Nobleza y Aragón a favor de Enrique de lo que
vendrán sus posteriores privilegios o “mercedes enriqueñas”),
en la que también habrá participación de el “príncipe negro”
británico a favor de Pedro y las Compañias Blancas de Duguesclin
con Enrique, enfrentados estos en la Guerra de los Cien Años
(1339-1453). Del mismo modo, coincidirá a su vez, con la “Guerra
de los dos Pedros” (1356-1369) en la que Enrique vence en
la batalla de Almazán a Pedro IV “el ceremonioso” y
consolidando así su poder en la península.
Con
su sucesor, Juan I (1379-90) , con el que tuvo lugar la
derrota frente a Juan I de Avis de Portugal en la batalla de
Aljubarrota (1385), también sufrió rebeliones interiores por lo que
creó “Hermandades” para garantizar el orden público y
centralizar el poder.
Enrique
III “el Doliente” (1390-1406) continuará como su padre Juan,
los progromos o persecciones a los judíos por su ayuda a Pedro I, lo
que unido a nuevas rebeliones, provocó el frenazo del proceso
expansivo hacia el Sur.
Con
Juan II (1406-54) comienza de nuevo una guerra civil
entre éste, y los hijos de su tío, Fernando de Antequera
(que ocupó esa plaza en 1410 y que fue regente durante su minoría
de edad) denominados “los infantes de Aragón” que
serán derrotados junto a la alta nobleza en Olmedo (1445) por el
privado del monarca Don Álvaro de Luna.
Enrique
IV “el Impotente”(1454-1474), siguió mostrándose débil
ante los importantes linajes nobiliarios confiando en hombres como
Juan Pacheco o Beltrán de la Cueva para controlarlos pero, aún así,
conquistó Gibraltar y Archidona en 1462.
Enrique
IV será destronado simbólicamente en la Farsa de Ávila
(1465) por la alta nobleza, que se opone a la política de su
favorito Don Beltrán de la Cueva. Este hecho conduce a la guerra
civil (1474 – 1479) entre su hija Juana “La Beltraneja”,
ayudada por Alfonso V “el Africano” de Portugal y su hermanastra
Isabel, aliada con Fernando de Aragón, que había sido nombrada
sucesora por la baja nobleza de Enrique en el tratado de los Toros de
Guisando, en 1468. En 1475 tiene lugar la Concordia de Segovia
entre Isabel y Fernando, en la que ambos acuerdan el famoso
lema “Tanto monta, monta tanto...”.
La
guerra civil finaliza con las victorias de Isabel en las batallas de
Toro (1476) y la Albuera, y concluye con el Tratado de Alcaçovas –
Toledo (1479) y la unión dinástica con la corona de Aragón (1479),
conservando ambos reinos sus propia corona, fronteras, costumbres,
leyes, sistema fiscal y moneda, cortes e instituciones municipales de
gobierno y política exterior.
CARACTERÍSTICAS
SOCIO-ECONÓMICAS DE CASTILLA
La
recuperación económica castellana del siglo XIV se sustentó en la
riqueza de la ganadería lanar, de la oveja merina (fundamento de la
posterior hegemonía de Castilla), propiedad de la nobleza y de las
órdenes militares y en los privilegios del Honrado Concejo de la
Mesta (1237) que mantenía el sistema trashumante sobre las cañadas
leonesa y segoviana. Esto fomenta el desarrollo de las ferias
comerciales como la de Medina del Campo (Valladolid) en relación al
Eje Sevilla-Burgos-Castro Urdiales (Santander) y el crecimiento de la
industria textil de paños para la exportación junto al hierro, vino
o aceite al Atlánico, desde otros puertos como Laredo, Bermeo o
Bilbao con destino a La Rochela, Nantes, Brujas o Hamburgo.
Esto,
a su vez conduce a un estancamiento agrícola (“trilogía
mediterránea del tigo. vid y olivo”). Aún así, durante el siglo
XV, la economía castellana no sólo se basa en la exportación de
lana, sino también en los tributos de oro (parias) que recibe del
reino nazarí de Granada, lo que finalmente conduce a un mundo rural
y señorial con el auge progresivo de la aristocracia (nobleza y
clero), en contraste con el escaso desarrollo de la artesanía, sólo
la textil segoviana y a nivel general destinada al mercado local, el
comercio (fundación de la Hermandad de la Marina de Castilla
del s.XIII para defenderse de la competencia británica y francesa)
y, en definitiva, de la burguesía.
Los
principales acontecimientos
sociales
que experimentó Castilla en esta etapa fueron: el
aumento demográfico desde mediados del siglo XIV tras la
Peste Negra
de 1348, pasándose de 3.000.000 habitantes en 1300 a 4.200.000 en
1500. La
protección
del rey Pedro I a los burgueses, en cuyo progreso basa la
reorganización del sistema recaudatorio. Pero el proyecto de
ordenamiento de las clases privilegiadas y su intento de reforzar el
poder y la autoridad de la monarquía, le enfrenta definitivamente a
la nobleza, lo que acaba por conducir a la guerra. La nobleza
castellana recupera sus privilegios a manos de su hermanastro Enrique
II de Trastámara,
apodado por ello “el
de las mercedes”, es
el momento de apogeo de la alta nobleza. Por ello, el período de
mayor paz y tranquilidad en Castilla, tiene lugar durante el reinado
de su sucesor, Enrique III entre 1390 – 1406.
Los
conflictos urbanos de carácter político
en las ciudades se deben a la monopolización de los puestos de mando
por parte de los miembros de la alta nobleza, lo que provocó el
choque con el pueblo y la burguesía (Burgomaestres o alcaldes), a la
que en ocasiones se sumó la pequeña nobleza local.
Los
conflictos
urbanos de carácter religioso
se reflejaron en movimientos populares contra judíos como los
progroms
de 1391 (el 1º foco fue Sevilla y se propagó al resto de zonas), y
en menor medida, ante mudéjares.
El
antijudaísmo
se basaba,
al margen de cuestiones ideológicas y religiosas, en la dedicación
de los judíos a actividades financieras (practicando los préstamos
o usura), unida a su condición de protegidos por los nobles y por
los reyes, lo que provocó un fuerte antisemitismo, agudizado por las
crisis económicas.
La
estructura social de Castilla era muy compleja
y estaba compuesta por
aristocracia, pequeños burgueses, campesinado (Behetrías), judíos,
mudéjares y moriscos (convertidos al cristianismo).
La
estructura social experimentó un fuerte proceso de señorialización,
por lo que los movimientos antiseñoriales en el siglo XIV, llevaron
en numerosas ocasiones al enfrentamiento entre señores y campesinos
en el XV, como ocurrió con la revuelta
Irmandiña
en Galicia entre 1467 y 1480 y las luchas
banderizas
en las Vascongadas. A partir del momento en que las consecuencias de
las guerras y de las epidemias comenzaron a sentirse con especial
intensidad, los señores presionaron con más impuestos a la
población rural de la que extraían sus rentas, provocando un
aumento de la conflictividad.
Juan
II (1406 - 1454) trata de desposeer a la
nobleza
de su poder político y de esa forma fortalecer
la
institución monárquica.
Ello llevó a graves
conflictos
entre una y otra, ya que la nobleza no quería disminuir ni su poder
político, ni sus dominios señoriales. En este contexto se deben
explicar los enfrentamientos entre los infantes de Aragón (hijos de
Fernando de Antequera) y Don
Álvaro de Luna,
así como las batallas de Olmedo entre la realeza y los nobles con
Juan II
(1445).
Permanecerá
el conflicto con la nobleza,
revisten la apariencia de luchas sucesorias. De este modo, en la
Farsa de Ávila (1465), el rey
Enrique IV (1454 - 1474) es depuesto simbólicamente por la alta
nobleza. Por otra parte, los conflictos sucesorios entre la hija de
Enrique IV, Juana, (apodada “La
Beltraneja” por la supuesta paternidad de Don Beltrán de
la Cueva, favorito del rey) y su hermanastra Isabel I, que tras
casarse con el príncipe aragonés Fernando en 1469, se proclama
reina de Castilla, finalizan con la victoria de esta última en la
guerra civil (1475-79).
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